Antonio Fabrés
Antonio
Fabrés (27 de junio de 1854, Barcelona - 1936, Roma) fue un acuarelista, pintor
y escultor orientalista, muy influido por Mariano Fortuny.
Fabrés
nació en Barcelona en 1854. Se dice que tenía sangre de artista ya que su padre
era delineante y su tío platero. En 1867 obtiene una medalla e ingresa en la
Escuela Llotja de Barcelona donde estudió escultura. En 1875 recibió un premio
por el que se fue pensionado en Roma, donde pronto dejó de realizar esculturas
y consolidó su maestría en la pintura casi exclusivamente. Fabrés se unió a
Mariano Fortuny con un grupo que se dio a conocer por su realismo intenso. Su
popularidad creció con el gusto de la burguesía buscando imágenes exóticas con
temas orientales medievales. Fabrés volvió a Barcelona en 1886 y en 1894 se
marchó a París. La popularidad que había ganado durante su década en Italia le
ayudó a abrir un estudio grande donde podría crear escenas complejas para las
clases altas. Su prestigio internacional aumentó, gracias al apoyo de su
marchante Adolphe Goupil y los numerosos premios ganados.
En
1902 la Academia de San Carlos, de la capital mexicana, decidió renovar sus
técnicas clásicas con las del realismo que eran entonces tan populares en
Europa. Llamaron a Antonio Fabrés para dirigir el área de pintura de esta
importante institución, sustituyendo a Santiago Rebull. Aunque algunos de sus
estudiantes desarrollaron lo que fue conocido más tarde como el Movimiento
Postrevolucionario en el arte mexicano, la Academia tuvo dificultad para
adaptarse a su estilo duro y a su personalidad. El presidente de México,
Porfirio Díaz, lo nombró Inspector General de Bellas Artes de México, cargo que
ostentó hasta 1908. Una de sus últimas obras en México fue la decoración de un
pasillo en la casa de Porfirio Díaz, donde principalmente se concentró en el
estilo art nouveau.
Debido
a problemas con el director de la Academia, por su fama y personalidad, Fabrés
decidió regresar a Europa en 1907, dejando una gran gama de opiniones diversas
en sus alumnos; sin embargo, también les legó un conocimiento maestro acerca
del dibujo, una excelente capacidad para resolver composiciones pictóricas
complejas, y una afición por lo exótico, armas que fueron decisivas para el
nacimiento de la Escuela Mexicana y del muralismo.
Fabrés
fue reconocido en todas partes donde viajó. Fue aclamado en Barcelona, Londres,
París, Viena y Lyon. Al final de su vida fue tratado desafortunadamente cuando
en 1926 decidió donar una gran cantidad de sus trabajos al Museo Municipal de
Bellas Artes de Barcelona. A cambio de esta generosa donación pidió al Museo
que a un pasillo le fuera dado su nombre, pero el museo nunca construyó aquel
pasillo y aunque él protestara varias veces, nunca cumplieron lo prometido.
Antonio Fabrés murió en Roma en 1938.
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