lunes, 24 de noviembre de 2014

TERESA MARGOLLES

TERESA MARGOLLES


Sus inicios fueron con el grupo SEMEFO (cuyo nombre viene del Servicio Médico Forense) que fundó en 1990 junto con Arturo Ángulo Gallardo, Juan Luis García Zavaleta y Carlos López Orozco. En un principio la actividad del grupo giraba en torno a su actividad como banda de ¨Death Metal Rock¨ que en algunas ocasiones realizaban performances underground, hasta que se ubicaron en la escena del arte contemporáneo con su primera exposición en 1993.
Teresa Margolles siguió individualmente su producción artística y ha elegido, a manera de taller, primero la morgue y las salas de disección, y más recientemente, las calles violentas de México. Estos son los lugares de la muerte, pero al mismo tiempo son los sitios que atestiguan la inquietud social de diferentes ciudades mexicanas. Margolles trabaja, más que directamente con los restos de los cuerpos, con los rastros de vida que se hacen evidentes en sudarios, en entierros, en la memoria, así como con la manera en que un acto violento destruye y afecta redes humanas en varios niveles. Las víctimas anónimas llaman la atención hacia lo inhumano de las relaciones en nuestras sobrepobladas sociedades contemporáneas.
Sus inicios hay que buscarlos en su trabajo personal como técnico forense en la morgue de México y en el grupo SEMEFO (Servicio Médico Forense); un colectivo cuyo origen despliega una estética gótica y cuyos desarrollos se centran en las performances especialmente  agresivas,  y  que  posteriormente  derivan  a  una  serie  de  prácticas objetuales  donde  se  utilizan  cuerpos  en  descomposición  para  su  transformación material. El grupo se ocupa primordialmente de una incidencia de la violencia en su carácter  sistemático.  La  asimilación  del  objeto  artístico  como  un  símil  de  los mecanismos de terror y control marcará las producciones posteriores de Margolles. En una entrevista ella zanja la cuestión del colectivo SEMEFO:

“Es inevitable hablar de SEMEFO. ¿Qué fue, que aportó y por qué se disolvió como colectivo? SEMEFO comenzó como una reunión de cuatro amigos que se juntaba para hablar de música, de cine, para hacer lecturas... El grupo estaba formado por gente muy diversa, y a nosotros se fueron uniendo otros artistas y estudiantes universitarios que entraban y salían. SEMEFO aportó muchísima libertad a la escena creativa mexicana. Fuimos un grupo anarquista que lo mismo podía trabajar en un museo que en un antro. Nuestras mayores aportaciones fueron las musicales y las visuales, pero también creo que se hizo más mito de ello de lo que fue. Yo he leído más de lo que hicimos que lo que realmente fue. Una vez que dejamos de hacer acciones violentas, el grupo comenzó a desmembrarse. A mí el colectivo me aturdió muchísimo. Creo que fue demasiado el ruido que hicimos y eso me llevó a refugiarme en el silencio. Mis ideas eran y son las mismas, pero más sumidas en el silencio.”
El grupo se deshizo en 1998 y desde entonces Margolles ha seguido sus creaciones en solitario, variando de manera paulatina toda una cierta simbología de la muerte. De alguna manera su producción artística, “sirve como profilaxis de choque contra la insensibilidad ante los ‘restos’ (que no muertos), esos seres anónimos que dejan sus músculos y huesos perderse en la indiferencia de una fosa común por falta de dinero, por ser considerados marginales, desechables, escorias de una sociedad en desgracia, por la pobreza de una familia que no puede costear la vida ni mucho menos la muerte.”
Es por esto que en un primer momento Margolles interviene mediante una exposición directa de fragmentos de cadáveres. Sus primeras obras Diez sábanas ensangrentadas, Tarjetas para cortar cocaína y Autorretratos en la morgue, son el inicio de una extensa obra basada en el ‘readymade’ (objet trouvé) duchampiano, donde los objetos que se exponen son encontrados ―a menudo modificados― y exhibidos. Así Lengua con Piercing (2000) que colgó de una pared del Palacio de Bellas Artes de México, fue obtenida como apunta Cuauhtémoc Medina de la siguiente manera: “Sin vacilar, Margolles tuvo una idea sobrecogedora: ofreció a la madre del joven un ataúd para llevar a cabo los ritos funerarios del asesinado, a cambio de obtener un fragmento de su cadáver a fin de exponerlo como ‘readymade’. Margolles llegó incluso a sugerir que le gustaría adquirir precisamente la lengua o el pene, pues ambos órganos tenían piercings que ‘hablarían’ de modo metafórico del desafío del hombre a las normas sociales. Esos retazos del cuerpo denotarían su contemporaneidad marginal y mundial. En definitiva, exhibirían su identidad subcultural.”
Respecto a esta obra, la polémica ha estado siempre presente en su configuración y exhibición. Mientras que para unos esta castración simbólica realizada por la artista aluden a una estructuración del orden socio-político represivo, donde se despoja a los individuos del poder de expresión, castrando y acorralando a los familiares a una situación sin salida, sin la dignidad, que alude directamente a una muerte no diferenciada; donde los cadáveres no identificados o que, identificados, no pueden ser rescatados de la morgue e inhumados, por falta de recursos, por la atrofia burocrática, etc... Pasan al anonimato y al despojo científico. Para otros esa forma de acercamiento a la muerte genera productos culturales, que lejos de evidenciar procesos político-sociales que activan discursos en torno a la dignidad del ser humano, aceleran el proceso de indiferencia ante el propio cadáver, y convergen en el efecto contrario. En este sentido Margolles ha declarado: “Me han dicho de todo, desde buitre hasta que comercio con la muerte. En realidad, ¿no será que los buitres somos nosotros mismos?”
Otras obras similares como Tumba portátil (2001) donde sepultó un feto en un bloque de cemento y lo expuso, reclaman todavía la presencia concreta y brutal del cuerpo muerto como fetiche necropolítico. En este sentido las analogías ironizadas por Margolles con respecto al arte contemporáneo se centran en lo que Cuauhtémoc Medina ha mencionado a propósito de Tumba portátil como: “desafío al minimalismo en su apariencia higiénica e industrial.”
Margolles intenta convertir a los restos en muertos, es decir, otorgarles memoria, aún cuando sea ella misma anónima. A través de estos no-objetos desenmascara el reinado de las apariencias y del espectáculo, donde los sentimientos se van desgastando aceleradamente y se reemplazan por deseos de nuevas sensaciones límite. El trabajo de Margolles resulta estar más cerca que el de otros artistas en el propósito de reconciliar al sujeto con el atavismo de la muerte. En este sentido, en una era en que la política se activa con el uso ideológico del miedo, y donde el capital global se acompaña de toda una epidemiología de violencia, me parece absolutamente pertinente un trabajo que tiene en cuenta el manejo institucional de los cadáveres, generando un contacto sobre lo muerto que está marcado por una crítica implícita a la modernización en México y su deriva en la violencia callejera.
En este sentido a partir del año 2000, Margolles introduce una serie de cambios en su proceso de trabajo que se materializan en un rechazo del objeto de arte, en favor de una intervención más activa de los espacios de exhibición, así como un denodado interés por impregnar el espacio de exhibición de ‘elementos de lo muertos’, como grasa humana, fragmentos de cuerpo, agua utilizada en los lavatorios de la morgue, etc... Estos fluidos y sustancias corporales son arrojados al visitante de sus exposiciones como elementos simbólicos. Tal como apunta Cuauhtémoc Medina: “Margolles invertía la relación contemplativa de la estética moderna. En lugar de la observación neutra y desinteresada de lo bello, Margolles exponía los afectos y el cuerpo del espectador a obras-sustancia que, profanaban la distancia de la apreciación estética para amenazar con infundirse en la carne, respiración y el torrente sanguíneo de su receptor.”
Así en Vaporización (2001), tal y como lo describe Hans Rudolf Reust: “La sala está llena de vapor, como en noche densa de neblina. El vapor se impregna en la ropa, la piel, el pelo, las manos, los zapatos. Se queda. El agua con la cual las máquinas vaporizan el lugar proviene de la morgue de México, fue utilizada para limpiar cadáveres. Después de visitar la galería, la respiración sigue siendo dificultosa, la piel te lo recuerda una y otra vez.” Y del mismo modo Aire (2003), en la que la misma agua se  utilizaba para hacer burbujas que  llenaban las  salas. En  efecto, ese  cambio de contexto consustancial implica asumir lo despreciable como elemento característico de una cierta globalización desregularizada, no prevista, baja, donde la muerte impregna todo lo público. A este respecto los nuevos procedimientos de intervención llevan a Margolles a la búsqueda de evidencias materiales en la calle, que se han ido articulando en derivas necro-geográficas. En la medida que peina la escena de un crimen para recoger ‘fragmentos de lo muerto,’ residuos que evidencian lo sobrante. Lodo, sangre, vidrio, manchas, fragmentos, sonidos… Que configuran la materia prima que reelabora con el fin de remitirlo al terreno público de la Cultura. Así la sangre y el lodo se impregnan  en  telas  son  rehumectados  y  recuperados  para  un  uso  en  la  sala  de exposición.
En este sentido la asunción de la calle por parte de Margolles, viene determinada por la exacerbación de una violencia que se ha trasladado en formas de dolor, perdida y vacío a  las calles de México. Pero las estrategias de ejecución en su trabajo, eliminan el cuerpo físico para concentrarse en los residuos de la muerte. Para de este modo, volver a una alegoría del cuerpo a través de la memoria. Y recuperan mediante el residuo, el miedo y la memoria, como reducto de la experiencia cotidiana. Así Margolles explica: “Una vez estando en la morgue, vi a una chica que había sido asesinada de carro a carro. El cuerpo estaba cubierto con vidrios procedentes de las ventanillas del coche... Se los intente quitar (…) Después que sucede una ejecución, de carro a carro, en la vía pública, el cuerpo y el coche son retirados del lugar para posteriores peritajes, pero los vidrios… van quedando en las calles…en las rendijas del asfalto, en las fisuras integrándose en el paisaje urbano… Y, por la noche brillan… Brillan por los asesinatos.”
Margolles, camina por la ciudad y observa los escenarios de hechos violentos, analiza estos lugares de conflicto social, escruta sus marcas y determina las heridas sociales. Su intervención consiste en ‘impregnarse’ de elementos del lugar donde cayó el cuerpo asesinado. Ella lee la prensa, la nota roja y se entera del lugar exacto del crimen, una vez que es levantado el cuerpo y se han hecho los peritajes propios que exige la ley. Posteriormente  se  interviene  la  zona,  se  limpia  ―como  ella  explica―  con  telas húmedas donde hay sangre absorbiéndola. Después la tela se seca y se transporta al lugar de exhibición y allí se vuelve a hidratar y se limpia el piso. Ese traslado residual de la escena del crimen en relación a lo que quedó en la ciudad se adhiere al espacio de producción de sentido mediante su asunción por el contexto de exposición. En cierto modo hay una relación implícita entre los espacios de muerte, que quedan marcados en el imaginario urbano y el desplazamiento físico-alegórico que realiza Margolles. Este traslado simbólico activa una dimensión ambivalente, en la medida que fusiona territorios contrapuestos y los convoca hacía una deriva fantasmal que localiza el conflicto.
 Así en el 2006 con motivo de la Bienal de Liverpool, pavimenta una calle peatonal con los cristales rotos de parabrisas provenientes de ejecuciones en el norte de México. El lugar elegido para la instalación fue el espacio donde se reunían los junkies, y la intervención consistió en la creación de un piso de 7m. X 12m., realizado con dos toneladas de cristales rotos que fueron recogidos en las calles de México. Margolles interviene de un espacio social a otro, en ese traslado simbólico que mencionábamos anteriormente; el cual se configura mediante la inserción de una cierta heterotopía y su equiparación entre lugares de conflicto social.
Del mismo modo los fragmentos de vidrio recogidos en la escena del crimen sirven para replicar las joyas que muestran los capos del narcotráfico. Hay una serie de trabajos, respecto de esa idea de limpiar y adherir lo residual de la escena del crimen, que creo amplía notablemente las intenciones por los que se mueven los presupuestos conceptuales de la artista. Me estoy refiriendo al trabajo en joyería que Margolles desarrolla desde el año 2007 bajo el titulo de Decálogo (2007). Los primeros fueron exhibidos en el Museo Experimental El Eco en la ciudad de México y después a manera de escaparate comercial en la galería Salvador Díaz en Madrid... Estas joyas, de las que existen seis modelos, realizados con vidrios recuperados de la muerte de un único asesinado, están confeccionadas por un único joyero, para reafirmar la exclusividad, y aluden a esa idea intrínseca de codicia, de avaricia; que se gesta en la relación entre capitalismo y submundo criminal. Pero también, hay una intención clara por parte de Margolles de evidenciar polos opuestos de una misma situación. Esto lo hace, como explica Cuauhtémoc Medina: “interviniendo en el conflicto social con la misma materia
del conflicto.”
Las propias frases que acompañan a las ejecuciones públicas son bordadas en oro sobre telas impregnadas de sangre. De este modo, Margolles introduce una reflexión en torno al miedo expandido, más allá de la ejecución. Como advertencia, como estigma de una guerra  librada  en  las  calles  de  México.  En  este  sentido  Margolles  confronta Capitalismo-Democracia y Violencia como un mismo cuerpo orgánico. La negociación entre la violencia y las organizaciones del Estado, nos devuelve en la obra de Margolles una materia infecta que simboliza las estructuras de poder materializada en el despojo. Que obviamente nos habla de un nuevo orden fundado en el miedo y la guerra perpetua, para asegurar la inmortalidad del Capitalismo. Así, la bandera que cuelga en el pabellón nacional de México en la bienal de Venecia, está confeccionada de la misma forma que están hechas las telas de las demás piezas, de la misma forma que la tela con las que se limpiará el piso. Está hecha del lugar donde cayó el cuerpo asesinado.
Su intervención el Bienal de Venecia en 2009 De que otra cosa podríamos hablar, representando a México, recoge diferentes momentos de su trayectoria en un diálogo de intervención con el espacio expositivo y la ciudad. Así en su intervención en Krems (Austria) en el año 2008, las telas utilizadas estaban impregnadas con sangre fresca. Sin embargo en Venecia relaciona la escena del crimen en confrontación con lo que quedo en la ciudad, introduciendo esa idea de desgaste, ruina y decadencia implícita en el edificio veneciano. Del mismo modo, el lavado diario de los suelos del edificio con la sangre recogida en México y trasladada al edificio en Venecia, alude directamente a la representación nacional del pabellón.
El palacio contaminado engulle la metáfora arquitectónica mediante elementos infectos de muerte, que aluden a la guerra global que se libra contra las drogas. Guerra alimentada por la maquinaria del capital que necesita de la muerte como elemento constitutivo. Todos los fantasmas desplegados en las piezas de Margolles aluden directamente a una estructura necropolítica... Y todo esto, bajo la tutela del drama político que involucra la globalización. La vinculación de la muerte con una producción de Poder y de los límites que definen lo Político, está ampliamente contenida en las estrategias de intervención que desarrolla Margolles, al incorporar una extrapolación de los límites semióticos. Tal y como apunta Cuauhtémoc Medina: “Al involucrar a la obra artística en las tensiones sociales, al impedir que el arte evada la textura social, los artistas contemporáneos buscan poner en cuestión las taxonomías y límites simbólicos
de su entorno.”
En efecto, la instrumentalización de la muerte como elemento de dominación política y ordenamiento histórico empuja a Margolles a concebir procesos que se han llamado de Materialismo bajo.11  Procesos que han asumido una forma minimal-conceptual, que despliega mecanismos para interrumpir esa simbolización de la muerte por parte de las estructuras jerárquicas de poder, que la han estado instrumentalizando para el dominio y control del individuo. En realidad, esa transgresión de significados a la que somete Margolles a sus piezas, está desmontando el dispositivo de control social inherente a la muerte como tal. Y se niega a una domesticación de la violencia por parte del Estado.
Pero las experiencias que Margolles arroja no pueden ser absorbidas sin angustia. Así, ese diálogo con la muerte que propone a los visitantes, genera un espacio de fricción donde  no  hay  un  refugio  ante  la  problemática  desplegada.  Donde  se  interpela  al visitante a una conciencia real, evidenciando las manipulaciones implícitas puestas en juego por el modelo Estado-Nación; que sigue siendo la piedra angular de la producción del sujeto y de los mecanismos de poder.
En cierto modo al dar entrada a las tensiones sociales en su obra, Margolles activa resortes  simbólicos que  son  confrontados con  su  realidad  social.  Esto  genera  una fricción que a ella le interesa resaltar, como instrumento perturbador inherente en sus trabajos. Pero al mismo tiempo ‘normaliza’ una representación de la violencia y de lo muerto, e introduce un comportamiento crítico al “...deshacer la neutralización del poder de la muerte como un dispositivo cultural-social de control e ingeniería política (…) a través de los cuales el capitalismo usa el arte como caja de herramientas para

expropiar los territorios psíquicos.”




Gabriel Orozco

Gabriel Orozco

Gabriel Orozco es un artista mexicano que nació en Jalapa, Veracruz, el 27 de abril de 1962. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas entre 1981 y 1984 y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid entre 1986 y 1987. Orozco comenzó a destacarse a principios de la década de 1990 con su exploración del dibujo, la fotografía, la escultura y la instalación. En 1998 Francesco Bonami se refirió a él como “uno de los artistas más influyentes de esta década, y probablemente también de la siguiente”. Durante los últimos quince años, Orozco también ha producido obra en el medio pictórico. El artista es un ávido viajero del mundo. Junto con su esposa María Gutiérrez y su hijo Simón, divide su tiempo entre París, Nueva York y la Ciudad de México.
Orozco nació en 1962 en Veracruz, México. Es hijo de Cristina Félix Romandía y Mario Orozco Rivera quien era muralista y profesor de arte en la Universidad Veracruzana. Cuando Orozco tenía seis años, la familia se mudó al barrio de San Ángel de la Ciudad de México para que su padre pudiera trabajar con el artista David Alfaro Siqueiros en varios murales que le habían sido encargados. Su padre solía llevarlo a las exposiciones en los museos y a trabajar con él; y en dichos lugares, Orozco tuvo la oportunidad de escuchar muchas conversaciones sobre arte y política. Orozco asistió a la Escuela Nacional de Artes Plásticas entre 1981 y 1984, pero el programa de estudios le pareció conservador y en 1986 se trasladó a Madrid y se matriculó en el Círculo de Bellas Artes. Fue aquí que sus instructores lo introdujeron a una amplia gama de artistas de la posguerra que trabajaban en formatos no tradicionales. En 1987 Orozco regresó de sus estudios en Madrid a la Ciudad de México en donde organizó reuniones semanales en su casa con un grupo conformado por otros artistas como Damián Ortega, Gabriel Kuri, Abraham Cruzvillegas y el Dr. Lakra. Este grupo se reunió una vez por semana durante cinco años y con el tiempo la casa del artista se convirtió en un lugar en el que muchos proyectos artísticos y culturales tomaron forma. El nomadismo de Orozco como forma de vida comenzó a marcar su trabajo durante esta época, en la que al explorar las calles encontró una gran inspiración. Sus primeros trabajos tuvieron por objeto romper con la corriente predominante de la década de 1980, que a menudo incluía grandes estudios con muchos asistentes y elaboradas técnicas de producción y distribución. En contraste, Orozco siempre ha trabajado solo o con uno o dos asistentes más. Su trabajo gira en torno a muchos temas que se repiten y a técnicas que incorporan objetos comunes y de la vida real. La exploración de los materiales que él escoge permite a la imaginación del público explorar las asociaciones creativas entre objetos frecuentemente ignorados en el mundo de hoy. “Para él , la descentralización de las prácticas de manufactura refleja una rica heterogeneidad del objeto y del material. No hay manera de identificar una obra de Orozco en términos de un producto físico. Por el contrario, su obra debe ser descifrada a través de hilos conductores y estrategias que se repiten constantemente, pero en formas y configuraciones en constante mutación”.
Obras
1981-1991·     
Naturaleza recuperada, 1991

Naturaleza recuperada es una de las primeras obras escultóricas de Orozco y está construida enteramente de caucho vulcanizado elaborado para fabricar las cámaras de aire de los neumáticos para camiones. Orozco cortó la goma por la mitad y luego la abrió; luego, de otra cámara cortó dos círculos en forma de tapa, y en una vulcanizadora los soldó. El resultado fue una pelota inflable. Orozco dice que la obra es un "ejercicio de topología", un área de las matemáticas que se ocupa del estudió de la continuidad y la conectividad. Naturaleza Recapturada juega con la idea de que todo puede convertirse en todo lo demás. Esta pieza fue el antecedente de futuras obras como Ascensor en la que el artista reconstruyó un elevador exactamente a su altura.

Perro durmiendo, 1990

Orozco comenzó a trabajar con la fotografía alrededor de 1989. Una fotografía temprana Perro durmiendo evidencia la reverencia y la desconfianza de Orozco respecto al medio fotográfico. La impresión inmoviliza a un perro dormido desde una perspectiva aérea sobre una gran roca. La perspectiva de la cámara comprime el primer plano y el fondo de manera tal que el perro se convierte en una imagen y objeto a la vez; y al mismo tiempo que posee peso y presencia, produce una memoria del evento. La impresión física global que produce la imagen es sugerente del interés de Orozco por la fotografía como un medio para fundamentar la representación escultórica.

Turista Maluco, 1991

Turista Maluco fue una fotografía tomada por Orozco en Bahía, Brasil. Mientras se paseaba por la ciudad de Cachoeira, Orozco se encontró con un mercado vacío. Vio algunas naranjas podridas que habían sido abandonadas en el mercado cerrado y procedió a colocar una en cada mesa. Orozco entonces capturó la intervención en una fotografía. La gente que lo estaba observando lo llamó "turista maluco" [loco]. Turista Maluco ejemplifica el acercamiento de Orozco a la fotografía. Él no quiere que sus fotografías sirvan como documentación en el sentido de convertirse en reliquia; por el contrario, quiere que sean testigos de un acontecimiento efímero que a menudo se produce mientras el artista está solo. Te olvidas de la fotografía, pero ves los fenómenos.

Mis manos son mi Corazón, 1991

Mis Manos son mi Corazón es una pequeña obra escultórica en forma de corazón hecha por el artista en 1991 aplicando presión con los dedos sobre un pequeño trozo de arcilla y dejando la impresión de sus dedos en la forma de un corazón. El carácter duradero de la arcilla endurecida contrasta con la vulnerabilidad suave de la identificación del objeto como un órgano humano. La impresión de los dedos del artista deja una huella persistente del contacto con sus manos, una meditación sobre el proceso creativo. Mis Manos son mi Corazón también se refiere al díptico realizado con las fotografías tomadas al artista con el torso desnudo, sosteniendo la obra cerca de su verdadero corazón.

1992-1999

Piedra que Cede 1992

Piedra que Cede fue una de dos obras creadas para una exposición colectiva en 1992. La obra consistió en una bola sólida de plastilina gris que se llevó rodando por las calles de Monterrey, recogiendo tierra, escombros y piedras en su superficie. La obra fue luego expuesta en una galería en donde continuó recogiendo polvo y atrayendo objetos extraños a su superficie hasta convertirlos en el punto de enfoque. En 1993 Orozco presentó una segunda versión de Piedra que Cede en la exposición colectiva InTransit que tuvo lugar en el New Museum of Contemporary de Nueva York. La obra muestrael proceso de su creación y reproduce las huellas de sus interacciones.

Caja de Zapatos Vacía, 1993

Para la Bienal de Venecia de 1993, Orozco colocó en el piso de la Aperto [el corredor del Arsenal de la Bienal] una caja de zapatos vacía. El uso de la caja de zapatos en un principio podría considerarse simplemente como algo ya hecho, pero al contrario, el uso de este objeto por parte de Orozco estaba destinado a llamar la atención del espectador o espectadora a lo que le rodeaba. La colocación de un objeto tan familiar dentro de un entorno por lo demás vacío permite más de una toma de conciencia de lo que está y no está en el espacio. “Las razones de la atracción silenciosamente convincente de un objeto totalmente banal son por supuesto múltiples; sin embargo, se podría encontrar una primera explicación en el hecho de que la presentación de un contenedor vacío, en lugar del propio objeto, traza el mismísimo cambio del valor de uso al valor de exposición que se ha producido en la cultura en su conjunto.” Benjamin HD Buchloh

Home Run, 1993

Home Run fue parte de una exposición más amplia Projects 41: Gabriel Orozco, que tuvo lugar en el MoMA, en septiembre de 1993. Los parámetros de la exposición se basaban en la experimentación con las limitaciones espaciales para ver el arte. Orozco pidió a los ocupantes de los edificios adyacentes al MoMA que colocaran naranjas en sus ventanas, a fin de que el espectador se encontrara con la exposición incluso después de dejar el espacio normalmente definido por el museo. La colocación de las naranjas introdujo un elemento lúdico a la pieza a medida en que los espectadores se topaban accidentalmentecon la obra; los visitantes del museo podían experimentar la instalación más allá de los muros de la institución. De este modo Home Run quebrantó la noción tradicional de la exposición "espacio de visualización" y desdibujó la línea entre el arte y la vida.

La DS, 1993

La DS se exhibió por primera vez en la Galerie Chantal Crousel en París en 1993. En la preparaciónde la exposición, Orozco viajó a París y con la ayuda de su asistente Philippe Picoli trabajó durante casi dos meses en la reconstrucción de un Citroen DS. Orozco utilizó intencionalmente el automóvil francés clásico de 1950 por el estatus que tenía en la cultura popular francesa como símbolo delingenio de la segunda post-guerra mundial. La fabricación y presentación de La DS refleja el interés de Orozco en los aspectos mentales y físicos del espacio escultórico y sentó un precedente para las relaciones juguetonas entre el espectador y el objeto que Orozco continúa explorando en sus obras escultóricas. Para crear la obra Orozco cortó una sección horizontal interior del automóvil, y volvió a montar las dos mitades restantes para que el coche mantuviera sus cualidades formales. Un espejo insertado en el lado del conductor del automóvil promueve la ilusión de que el coche sigue siendo manejable.[16] El intercambio entre la percepción física del objeto y el recuerdo de cómo se debe comportar en el espacio determina la comprensión global de la obra por parte de los espectadores, creando una imagen mental del coche que tiene un efecto fotográfico. “He estado interesado en esta noción de espacio que sigue estando ahí y en la manera en la que una línea delgada que divide dos cuerpos no es medible. Por supuesto, físicamente es muy delgada, pero emociona lo mentalmente es mucho más grande y es inmensurable. En mi trabajo, creo, es ese espacio el que me interesa como escultor.” Gabriel Orozco

Tapas de Yogurt, 1994

Es ya es evidente en obras como La DS, Home Run, y Caja de Zapatos Vacía que Orozco presta gran atención al espacio en el que sus espectadores interactúancon su trabajo. Para su primera exposición en Nueva York con Marian Goodman, Orozco colocó cuatro tapas de yogurt en cada una de las paredes opuestas de la sala norte vacía de la galería. Orozco ha dicho varias veces que pretende "defraudar alespectador". En otras palabras, su trabajo a veces puede parecer decepcionante para aquellos que hayan llegado a la experiencia con ciertas expectativas. Tapas de Yogurt desafió la noción de los espectadores acerca del espacio, el vacío, la conciencia y el cuerpo. “Era un poema sobre la nada, que bellamente, por lo tanto, podría también ser uno acerca del todo. Una presencia, que por insignificante que fuera, era la clave para ver el vacío de la sala, de la misma manera en la que es necesario un solo sonido para manifestar el silencio.”- Ann Temkin

Mesas de Trabajo, 1996

La primera Mesa de Trabajo de Orozco fue exhibida en Zúrich en1996. [20] Las mesas de trabajo son acumulaciones de bocetos, ideas, objetos encontrados, remanentes, y obrasde arte inacabadas. Las mesas ofrecen un retrato íntimo del proceso del artista; la concepción de una idea, la experimentación y/o la decisión de deshacerse de una obra y de su idea por completo. Estos pequeños objetos, cuando se muestran en conjunto, permiten al espectador comprenderlos temas recurrentes y las conexiones que se pueden encontrar dentro de la obra de Orozco.

Papalotes negros, 1997

Papalotes negros fue concebida para Documenta X poco después de que se colapsara uno de los pulmones de Orozco en 1996. Después de pasar una semana en el hospital decidió que quería realizar su siguiente obra a través de un "proceso muy lento". [21] Compró un cráneo humano en una tienda naturista en Nueva York y en los meses siguientes trabajó hasta cubrir todo el cráneo con una cuadrícula de tablero de ajedrez hecha de grafito. La cuadrícula sigue los contornos del cráneo, llevando al espectador a través de un camino circular alrededor del mismo. Hay una relación que se forma entre larigidez de un sistema como el de la cuadrícula y la figura del cráneo humano creada naturalmente. Papalotes negros expresa, además, ideas del memento mori y de los cráneos iconográficos vistos con frecuencia en la cultura mexicana. La obra traea la mente preguntas acerca denuestro destino humano y nuestra mortalidad.

2000-a la fecha Dinteles, 2001

Dinteles fue creado para la exposición individual de Orozco con Marian Goodman en 2001. La instalación se compone de numerosas hojas formadas con pelusas de secadora recolectadas durante el transcurso de un año. Orozco instaló las hojas sobre cuerdas a través de la galería a manera de tendedero. Las frágiles hojas están llenas de pelo, polvo, recortes de uñas y partículas de ropa. Se movían de una manera muy sutil cuando los espectadores caminaban a través de la instalación. Los dinteles son esencialmente la acumulación de los residuos que deja la presencia del cuerpo humano. La obra se hace eco de su escultura anterior Piedra que Cede ya que ambas reflexionan sobre la corporalidad y lo efímero.

Las dos obras continúan cambiando dentro del entorno que habitan en la medida en la que nuevo polvo y nuevos desechos se acumulan en sus superficies.

Pinturas de Árboles Samurái, 2004

En 2004 Orozco empezó a crear pinturas geométricas abstractas. Las formas circulares y el diseño esquemático eran similares a aquellas con las que Orozco había estado jugando durante años sobre papel cuadriculado, billetes y boletos de avión. Sus primeras pinturas debutaron en su exposición individual en la Serpentine Gallery de Londres en 2004. A partir de un único punto en el espacio, Orozco utiliza programas de software para dibujar un círculo alrededor del punto y dividir estecírculo en cuadrantes. A continuación dibujó otro círculo para tocar el borde exterior del círculo anterior (variando el tamaño del círculo) y procedió a dividirlos en cuadrantes. Luego pintaría las mitades y los cuadrantes en rojo, azul, blanco o dorado, tratando las secciones de los círculos como si fueran cuadros en un tablero de ajedrez. Los círculos desempeñan un papel esencial en la obra de Orozco y él los ve como instrumentos de movimiento. En las pinturas de Árboles Samurái hay un punto centrífugo a través del cual los círculos giran y rotan hacia afuera.

Corplegados, 2011


Los Corplegados son una serie de dibujos de gran formato creados en 2011 para la exposición más reciente de Orozco con Marian Goodman. La palabra literalmente se traduce como cuerpos doblados. Las obras son hojas de papel de tamaño natural que Orozco plegó y llevó consigo en sus viajes entre 2007 y 2011. El artista dibujó, pintó y escribió sobre todas las superficies del papel. La aplicación y la disposición en capas de los diversos medios se infiltraron en el papel y penetraron hacia la parte de atrás formando una impredecible y fantasmal reflexión en  la parte delantera. Los dibujos fueron montados en marcos de cristal de dos vistas que colgaban sobre bisagras en la pared para que el espectador pudiera ver las dos caras del papel. Cada dibujo presentó una transición de gestos pictóricos brillantes y coloridos, a formas geométricas lineales y una paleta silenciada. Estos contrastes reflejaban los diferentes cambios psicológicos y ambientales a los que el artista y sus dibujos fueron expuestos a lo largo de períodos prolongados de tiempo. 




No Grupo

No Grupo


Escrito por  Maris Bustamante
El NO-GRUPO estuvo trabajando de 1977 a 1983.
 Nos conocimos en la casa-estudio del escultor Hersúa, donde por la fiebre grupal de la época llegamos a reunirnos unas 20 personas, discutiendo e imaginando posibles proyectos. Yo fui invitada por Katya Mandoky, a la que conocí en unos cursos para la selección de profesores, para el proyecto que Bellas Artes estaba organizando: la preparatoria de arte hoy conocida como el Cedart. Nos hicimos muy amigas y ella me invitó a estas sesiones de trabajo. Ahí conocí, entre muchos otros, al escultor Francisco Moyao, a Roberto Realh de León, a Susana Sierra, a Andrea di Castro, a la colombiana Sandra Isabel Llano, a Esther Cimet, a Zalathiel Vargas y desde luego a Rubén Valencia, a Melquíades Herrera y a Alfredo Núñez.
 Hersúa ya había trabajado muy en firme; había participado con Sebastián en el llamado Arte Otro y formaba parte del movimiento geometrista, cuya primera exposición importante fue en 1975; y por ese entonces se estaba formando el Espacio escultórico en la UNAM. Cuando Hersúa fue invitado a participar en el Homenaje a Gunther Gerszo, que se organizó a través del Salón de Invitados de 1979, generosamente él extendió esa invitación a los que nos veíamos en su taller, y así se realizó ese primer evento en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Fue un evento bastante caótico, donde presentamos trabajos de corte conceptual y películas en Super8. Creo que no nos fue tan mal ya que los organizadores nos pidieron hacer otra presentación, lo cual nos obligó a reproducir varios de los trabajos que al presentarse se rompían o se entregaban al público. Ahí empezamos de manera muy propia a trabajar con lo efímero. Según recuerdo, la Sala Ponce estaba llena y la gente muy divertida; todo se desarrolló relativamente bien, solo recibimos una queja de uno de los trabajadores de Bellas Artes que –encargado de la limpieza– nos dijo muy enojado que algunas de las butacas estaban manchadas de pintura. Sin embargo, después de esta segunda presentación varios de los participantes nos peleamos mucho y de manera muy directa, ya que surgieron muchas diferencias tanto sobre lo presentado, como a nivel personal. Que si unos llegaron demasiado tarde, que otro llegó tomado, que unas de las propuestas se perdieron o no se oyeron, que las películas no entraban a tiempo.

Para el primer y único Salón de Experimentación que se realizó en ese mismo año, sólo quedábamos 5, incluida Katya, la que había participado formalmente en la convocatoria. Como los demás no estábamos de acuerdo con la estructura de los concursos, en una junta ella defendió que quería participar en el Salón y permanecer en el grupo, así que después de una ácida discusión quedó automáticamente fuera del grupo. Con todo y nuestras críticas al formato del evento, el No Grupo fue invitado para presentarse fuera de concurso, en una actividad colateral en la galería del Auditorio Nacional, espacio en el que se instalaron las obras de los artistas. Aprovechamos esta situación para criticar al Salón, a sus participantes, a las autoridades, a las instituciones y a los representantes de las políticas culturales. Recuerdo que fuimos programados un domingo como a las 2 de tarde. Por supuesto que el día y la hora harían muy difícil el contar con asistentes, así que diseñamos unas loncheras de cartón con comida “artística”: la coca-cola de Melquíades; la leche en polvo con una vaquita de Alfredo; los chochitos que salían de la boca de Duchamp, de Rubén; y unos panqués que yo ofrecí con unos corazones dibujados en su interior, que horneé la noche anterior. Preparamos como 100 loncheras y las regalamos a los a los asistentes. De hecho así empezamos el evento: criticando la hora y el día.

Para sorpresa de los cuatro, nada más empezando, Katya, de manera provocativa, entró e interrumpiendo lo que hacíamos metió una jaula con barrotes de madera en la que estaba un sujeto dentro con un letrero que decía “pintor”. Me acuerdo que fue una experiencia agria y violenta para todos, porque era una intromisión forzada. Muchos desde el público así lo notaron, entre ellos Raquel Tibol, que le gritaba que se saliera y nos dejara trabajar. Esa fue la última vez que vimos a Katya y la causa de la ruptura de la amistad entre ella y yo.

A partir de entonces el grupo quedó con cuatro integrantes; pasamos de ser un grupo exógamo para convertirnos en uno endógamo. Nunca invitamos a nadie más a formar parte del grupo.

Sus cuatro integrantes definitivos fuimos: Melquíades Herrera, Alfredo Núñez, Rubén Valencia y yo. Mientras los demás estudiaron en San Carlos, yo procedía de La Esmeralda; los cuatro nacidos en 1949; con estudios en las carreras de artes visuales; misma edad; curiosamente los cuatro primogénitos.

Entre 1979 y 1983 realizamos once propuestas. Para cada una escribimos textos que repartíamos a los presentes, junto con pequeños objetos, para que contribuyeran desde su lugar en los distintos momentos del evento, y además para que fuera para toda una experiencia lúdica y hasta divertida. Esta cuestión de solicitar la colaboración de los espectadores era algo recurrente en esos momentos, y creo que lo hacíamos con la intención de cambiar las variables estables que venían utilizándose, para hacerlo menos vertical. Entonces, como cada vez teníamos más espectadores, siempre calculamos que habría que realizar unos 300 paquetes, los cuales fueron siempre gratuitos y financiados por nosotros.

Consideramos el humor como algo muy serio, incluso fue una vía de interrelación y formó parte de nuestros eventos, a los que a partir de 1979 los denominamos “Montaje de Momentos Plásticos”, lo cual por cierto fue sugerencia mía y aceptada por el grupo. En esos momentos no existía el uso del término performance art, que después fue aceptado por todos ya que permitió circular a nivel nacional e internacional con el tipo de propuestas que se desarrollaron. Por eso nos vino como anillo al dedo el término Artes No Objetuales, que introdujo Juan Acha, con el cual nos veíamos y platicábamos mucho. Desde entonces defendimos que al aceptar esta denominación no es que no hubiera objeto, sino que nuestro objeto era otro.

Trabajábamos como profesores en varias escuelas y universidades; nos reuníamos por lo menos una vez a la semana, a veces mucho más según las necesidades del trabajo que partiendo de cero, poco a poco fue creciendo. Lo hacíamos en nuestras casas-estudio, sobre todo en la de Alfredo o en la que Rubén y yo vivíamos, porque estaban cerca la una de la otra; también nos reuníamos en algunos espacios externos, como un cafetín al aire libre que había detrás del Museo de Antropología, en la Avenida Gandhi.

Nunca aceptamos entre nosotros líderes ni jefes y, respetando nuestras individualidades, teníamos que estar de acuerdo en lo que presentaría cada quién. El trabajo fue siempre lo más importante: lo analizábamos detenidamente criticándonos a nosotros mismos, luego a las instituciones políticas y culturales e incluso a los colegas, no importando si había amistad o no, lo que provocó desencuentros algunas de las veces.

No creímos en la crítica ni en los críticos, preferíamos a los teóricos del arte, de ahí que nuestra relación con Juan Acha fuera tan importante. Esto se reflejó en nuestros eventos en los que, en no pocas ocasiones, tuvimos altercados muy fuertes con muchos de los presentes, durante y posteriormente a las presentaciones. Buscamos las maneras para que se patrocinara nuestro trabajo, pero nunca la falta de dinero nos detuvo; fuimos desde entonces intelectualmente muy ambiciosos. A pesar de que las realidades se presentan siempre de manera muy abrumadora y de que las crisis económicas se hacían reiteradas, simplemente nos reuníamos a trabajar.

Además de los textos, casi siempre hacíamos nuestros carteles y nuestros boletines. Los objetos con los que presentábamos nuestras tesis e hipótesis visuales eran elaborados a partir de materiales muy baratos. Creo que en este sentido incluso realizamos aportaciones en algunos proyectos, como el utilizar rollos de positivos fotográficos, lo que permitía trabajar en escala 1:1. Una vez que teníamos un original, podíamos reproducir las imágenes por medio de las máquinas heliográficas, que eran utilizadas sobre todo para reproducir planos de arquitectura cuyo costo era muy bajo. De esta manera podíamos hacer obra muy grande, muy barata. Buscar costos bajos fue lo que nos orilló a buscar objetos que se vendían en los mercados, como el ahora muy utilizado Mercado de Sonora, rescatando así la cultura popular urbana.

Convivíamos mucho, hasta puede decirse que confiando plenamente los unos en los otros; nos convertimos además de cómplices, en amigos. En el tiempo, y a través de compartir el arte y sus obsesiones, nos encontramos con más, como sucedió con Manuel Zavala y con el maestro José Luis Cuevas.

Con Manuel pudimos realizar animaciones y películas en una época donde no había ni fax, ni video, ni computadora, ni correo electrónico. A Manuel lo conocí en 1975 en la Esmeralda, cuando él estaba acabando su carrera y yo –que recién había terminado la mía– fui invitada por el maestro Lorenzo Guerrero y Benito Messeguer (subdirector y director, respectivamente) para ser profesora en mi escuela. Manuel vivía en Tlatelolco, y muy cerca de ahí rentaba un departamento donde había instalado su estudio-laboratorio. Era un lugar increíble, donde había cámaras, cables, conexiones, libros y objetos extraños por todos lados. Olía a solventes conocidos y desconocidos. Ahí pasamos muchos ratos, planeando, apuntalando, pegados a las tradicionales moviolas de edición, cortando y pegando nuestras peliculitas. No había problema que Manuel no pudiera resolver, así que gracias a él hoy podemos ver algunas de esas micro películas que Álvaro Vázquez Mantecón (curador-investigador de la exposición La era de la discrepancia) empezó a recopilar en DVD, con el apoyo de la Filmoteca de la UNAM.

Cuando en 1979 el maestro José Luis Cuevas regresó de Paris, para presentar su exposición El Regreso del hijo pródigo en el Museo de Arte Moderno, nos invitó a su casa para platicar. Yo lo conocí cuando era maestra en la Esmeralda, de manera que le presenté al No Grupo. Como resultado de estas pláticas en su estudio, nos invitó para presentarnos en una actividad paralela a su exposición, a la que denominamos Atentado al hijo pródigo, y desde entonces se inició una relación de amistad y también –claro– de complicidad con él.

Simultáneamente al trabajo artístico, nos involucramos en labores docentes como profesores en las escuelas de artes visuales y de diseño. Rubén y Melquíades trabajaron en la Escuela de artesanías y en San Carlos; poco después, Rubén y yo logramos unas plazas en la Universidad Autónoma Metropolitana de Azcapotzalco, donde me jubilé en 2007, después de 28 años. Participamos con textos y propuestas gráficas en varias revistas, como la de la revista LACE de Los Ángeles, y las de Artes Visuales del Museo de Arte Moderno de México, que fueron armadas y sostenidas por Carla Stellweg.

Participamos también en el llamado Arte Correo; hicimos libros de artista; organizamos conferencias, mesas redondas; nos encontrábamos con artistas y muchas veces platicamos, con una cerveza en la mano, con artistas del grupo Mira, Suma, Proceso Pentágono, Peyote y la Cía, Março, Tepito Arte Acá, y con muchos más.

Desde entonces, y como nadie nos conocía, empezamos a visitar las redacciones de los periódicos, llevando cartas para que se divulgaran nuestras posiciones, lo que propició que conociéramos periodistas con los que a través de los años nos unió amistad y camaradería; con algunos de ellos, también complicidad. Así logramos una presencia cada vez más activa en los medios impresos y muchas veces hasta nos sorprendimos: como cuando hojeando una revista de High Performance de 1980, descubrimos que Jerry Dreva (un performancero-músico ya muy conocido de Los Ángeles cercano al Grupo Asco) mencionaba nuestro trabajo con mucho entusiasmo. Tengo en mi archivo una carta de la época en la que nos escribimos, aunque nunca nos conocimos personalmente.

Realizamos los primeros eventos-performances en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, y en varios otros tan conocidos hoy, como el Museo del Chopo. Conocimos y nos presentamos en casi todos los espacios culturales, incluso teatros y cabarets; por eso siempre digo que este movimiento nunca fue ni clandestino ni marginal: fue alternativo.

En el año de 1981 fuimos invitados a participar en el Primer Coloquio de Arte No Objetual, cuyo presidente fue Juan Acha, y donde asistimos como invitados. Este evento se realizó en el Museo de Arte Moderno de Medellín, Colombia, en el que conocimos a varios notables accionistas latinoamericanos, como Leopoldo Malher y Martha Minujin, así como a Juan Camilo Uribe. Desde luego a nuestro casi hermano el venezolano Carlos Zerpa.

Después de participar en la exposición del Museo de Arte Moderno de 1983, que llamamos La Muerte del performance, y después de haber estado reunidos 6 años, decidimos separarnos en el mes de diciembre. Alfredo Núñez se fue a vivir a Los Ángeles y los demás permanecimos en la ciudad de México. De manera muy personal seguimos trabajando con las herencias del grupo, a diferencia de los individuos de otros grupos que al terminarse como tales, modificaron substancialmente su obra o regresaron a las galerías.

Rubén Valencia y yo, que desde el año de 1977 fuimos pareja, seguimos desarrollando cada quién sus propios proyectos, además de trabajos en conjunto y con otros artistas.

En el año de 1989, Rubén Valencia murió a los cuarenta años, de cáncer.
Melquíades Herrera murió el 18 de octubre del 2003.
Alfredo Núñez se quedó a vivir en Estados Unidos y cortó relaciones con este pasado completamente.

Me considero como la sobreviviente de este grupo.




Melquiades Herrera

Melquiades Herrera

Melquiades Herrera nació en el D.F.  en 1949 y falleció el 18 de octubre de 2003.
Estudió artes plásticas en San Carlos. Después fue catedrático ahí mismo y en la Escuela de Diseño del INBA. Impartió clases de geometría, educación visual y diseño básico. Uno de los pioneros del performance, miembro del legendario No-Grupo con Rubén Valencia, Maris Bustamante y Alfredo Núñez.
Melquiades, es parteaguas en el Arte Contemporáneo y pionero del Performance.
Maestro de arte de concepto en la escuela de Artes de la Universidad Autónoma de México (UNAM). Al fallecer se perdió gran parte de su obra.
En 15 años se valorará la obra de Melquiades Herrera: Bustamante
La performancera lamenta que sólo se reconozca al artista después de su muerte.
Su importancia es su influencia, pues ahora muchos jóvenes ven como él veía: Mónica Mayer

El pasado 18 de octubre falleció el artista performático Melquiades Herrera, miembro en los años 70 del legendario No Grupo, formado además por Maris Bustamante, Rubén Valencia y Alfredo Núñez, parteaguas en el arte contemporáneo mexicano y uno de los pioneros en el arte performance.
"La justa dimensión de la obra de Melquiades Herrera se dará dentro de 10 o 15 años: los artistas que anteceden con sus radares y visiones serán reconocidos después de su muerte; no es un proceso agradable porque así están armadas la cosas en la sociedad'', menciona la artista Maris Bustamante, que acuñó el término Formas Pías para catalogar al performance, la instalación y el arte no objetual.
Sin Melquiades Herrera resulta difícil comprender el arte contemporáneo en México. Se convirtió en un artista indisoluble de la persona/personaje. Melquiades lo mismo daba clases a sus alumnos con máscara de luchador que asistía a una inauguración plástica inmaculadamente vestido luciendo un anillo en la nariz con una gran piedra y con su bolsa de mandado en la mano. Algunas veces vestía capas, playeras de superhéroes como Batman, de Tortuga Ninja o con una careta a lo Aníbal Lecter. Eso lo hizo famoso, pero sobre todo sus lentes, manufacturados con diferentes tipos de materiales deconstruidos: peines, batidores de clara de huevo, coladores o con pantallas de televisor.

La artista Maris Bustamante considera que la importancia artística/performática de Melquiades radica en que "era un sujeto brillante en dirigir su energía intelectiva y conceptual a la realidad urbana de la sociedad popular urbana; como artista no objetual sus propuestas fueron alógicas, no son tradicionales, no lineales y trabajan simultáneas en varios puntos. Existe un tercer punto donde Melquiades fue muy importante: él no pensaba que el mercado del arte tradicional era decisivo para proponer cosas a la cultura de su país; Melquiades no está ni estuvo en el mercado común de arte pero sí está en el tianguis conceptual, que también es un mercado, pero que no requiere establecer compromisos con galerías, representantes o agentes''.
La artista Maris Bustamante explica la relevancia de su No Grupo: "El movimiento de Los Grupos artísticos de los años 70 y 80 ha sido uno de los que no se han rescatado completamente, aunque muchos extranjeros los han investigado. Después del 68 en México los cambios se ven reflejados en productos concretos; uno de esos fue el movimiento de Los Grupos, donde hubo muchos y muy importantes. Al que pertenecimos se llamó el No Grupo que duró de 1978 a 1983, los elementos con los que me gusta seguirlo defendiendo son: fuimos un grupo abierto, crítico con el producto artístico, con el sujeto que las producía, con las instituciones culturales, con los políticos y con los promotores culturales; como grupo siempre presentábamos la propuesta junto con un texto. En esa época todos los grupos estábamos orientados a ser liberales de avanzada y de izquierda; los hubo de la extrema izquierda y otros de centro, pero ninguno conservador. Todos veníamos de la ruptura con las instituciones tradicionales tratando de construir nuevas opciones".
La performancera y teórica de arte Mónica Mayer menciona: "Melquiades fue un artista brillante, auténtico... que ha sido ignorado a pesar de la admiración e influencia de sus colegas'',
Mayer continúa: "Su manera de ver, coleccionar y de ser como performancero era uno solo, mezclaba la vida y el arte en su cotidianidad. Su importancia es su influencia, hay muchas generaciones posteriores que ven como veía Melquiades. Como parte del No Grupo es de los primeros que se dedican al arte acción en México, porque había antecedentes de que habían sido Manuel Felguérez o Alejandro Jodorowski, pero de los que se dedican realmente al performance en México pues el No Grupo, es el parteaguas''.

La artista finaliza: "Quisiera subrayar lo descuidado que ha estado, no se le ha hecho una gran exposición y no creo que exista material suyo en los museos. Su colección es una obra maravillosa, objetos que nos encontramos todos los días en la calle, parecería que fueran cualquier cosa, pero juntos y a través de la mirada de Melquiades son una análisis de todo el arte occidental hasta toda la cultura popular mexicana, una colección llena de humor y sabiduría''.

En continua acción performática

Melquiades Herrera también formó a todo un ejército de artistas impartiendo clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), en la escuela de arte del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y en la Academia de San Carlos; en esta última, por cierto, existió una pinta que realizó Herrera a finales de los años 70: "El arte ha muerto y ni Cuevas podrá resucitarlo'', frase que se hizo popular entre los estudiantes y ahora es parte del mito Melquiades.

Dulce María de Alvarado, en su tesis de licenciatura El performance en México, dedica un capítulo a Melquiades Herrera: "El mencionaba que su arte venía de la vida no del arte; por ejemplo señalaba 'Leonardo y Miguel Angel no se sabe de dónde habían venido porque fueron innovadores, no había un arte el cual pudieran retomar. Melquiades tomó la estética de diferentes partes, de la calle, de la carpa y de la geometría; él era geómetra, gran parte de su vida se la pasó tratando de solucionar el mapa de cuatro colores, ojalá en su casa estén esos apuntes".

Alvarado opina sobre Melquiades: "Es una de las corrientes más significativas del performance en México; desde que descubrió el performance, éste lo acompañó hasta su tumba".

Melquiades, en opinión de otro de sus alumnos, Martín González, de la Academia de San Carlos y ahora coordinador del número especial de la revista Generación, "es alguien a quien todos los que estén en el mundo del arte deben conocer, porque con él y su generación se abre toda la corriente del performance, las instalaciones, las acciones".

González agrega: "Melquiades mostró nuevas formas de encontrar la estética, la 'artisticidad' en los objetos comunes; se convierte en un referente del arte contemporáneo mexicano''.

Acerca de la cátedra que impartía Melquiades, González informa: "Eran verdaderos performance en el sentido de que los alumnos siempre estábamos a la expectativa de cómo iba a llegar vestido, llegamos a la conclusión de que Melquiades vivía en una continua acción performática, la hacía todos los días.. en la calle, en el aula''.





Carlos Aguirre

Carlos Aguirre

El Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) alberga una colección de 164 obras de José Clemente Orozco; algunas de esas piezas de arte han sido retomadas por el diseñador industrial y artista Carlos Aguirre (Acapulco, 1948) para realizar una revisión crítica de las obras del pintor jalisciense en la exposición “Notas contra notas. Una exposición en torno a José Clemente Orozco”.
 “Notas contra notas” representa un diálogo vigente entre la obra de una de las figuras capitales de la modernidad mexicana y un creador contemporáneo. Al retomar varias piezas del artista jalisciense, Aguirre plasma su propia visión del arte: “Utilizando la tecnología y retomando los trabajos de Orozco obtuve una composición de varios objetos basados en su arte”.
Aunque él mismo no se cataloga como admirador del trabajo de Orozco, mencionó haberse sentido atraído por sus obras: “Tengo una manera de ver la obra de Orozco sin limitaciones: no la vi sólo como espectador, sino como partícipe de la misma, por lo que pude hacer una reflexión sobre su trabajo en mis piezas”.
Para la realización de sus obras, Aguirre ocupó materiales como acero inoxidable, resina, madera y fotografías, entre otros; además, la exposición es complementada con audiovisuales.

Aguirre habló en particular de “El ahorcado”, un par de imágenes en las que Orozco y él “plasman una realidad social, y que al pasar de los años son vigentes”, ya que “a pesar de todo seguimos viviendo algunas cosas sin importar la época”, comentó el artista.

martes, 18 de noviembre de 2014

Helen Escobedo

Helen Escobedo

Helen Escobedo Fulda o Elena (28 de julio 1934, México D.F. - 16 de septiembre 2010,) fue una escultora, y realizadora de instalaciones artísticas mexicana.
El padre de Escobedo era mexicano, y su madre una inglesa. Desde 1950 hasta 1951, realizó estudios en su ciudad natal de escultura en el Colegio de la Ciudad de México (hoy Universidad de las Américas), en el que, entre otros, estudió con Germán Cueto. Y en 1954, obtuvo una beca en el Royal College of Art de Londres donde obtuvo una maestría. Sus trabajos como artista internacionalmente activa, son principalmente de tamaño monumental. Escobedo utilizó, generalmente, materiales industriales y naturales. En general, confeccionó unas treinta esculturas, para la exhibición como arte público, ubicadas entre otros, además de México y Canadá, Estados Unidos, Cuba, Inglaterra, Nueva Zelanda, e Israel. Además de su estudio en México D.F., también lo hizo en Berlín, y antes en Hamburgo.

Desde 1958 a 1962, inicia su actividad académica en el Museo Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y de 1981 a 1982 fue Directora Técnica del Museo Nacional de Arte; y de 1982 a 1984 Directora del Museo de Arte Moderno en México D.F. De 1985 a 1989 trabajó como comisaria artística de los Museos de la UNAM en el campo de las exposiciones internacionales.


Gunther Gerzso

Gunther Gerzso

Gunther (Günther) Gerzso (17 de junio de 1915 – 21 de abril de 2000). Artista plástico mexicano de ascendencia húngaro-alemana que se destacó como pintor, diseñador de escenarios, escritor y director de teatro y cine, y que formó parte del movimiento artístico conocido como “La Ruptura”.
Gunther Gerzso fue hijo de Oscar Gerzso, un inmigrante húngaro que falleció algunos meses después del nacimiento de su hijo único con la alemana Dore Wendland. Su madre contrajo segundas nupcias con un joyero alemán. En 1922 la joven familia viajó a Europa afectada por el desorden económico prevaleciente tras la Revolución mexicana. Dos años más tarde regresaron a México, pero el matrimonio pronto se disolvió. La estrechez económica obligó a Dore a enviar a su hijo a Lugano, Suiza en donde se encontró en medio de la colección de pinturas de su tío, el Dr. Hans Wendland, que incluía trabajos de Pierre Bonnard, Rembrandt, Paul Cézanne, Eugéne Delacroix y Titian. Siendo un adolescente, Gunther conoció a Paul Klee y más tarde al notable diseñador Nando Tamberlani, quien lo introdujo al mundo del teatro.
En 1931 Gunther dejó Europa debido a las dificultades que entonces causaba la Gran Depresión. En la Ciudad de México se dedicó a diseñar bosquejos para escenarios y a escribir obras de teatro, muy influenciado por N. Tamberlani. Luego de dos años, comenzó a trabajar en una productora local de teatro dirigida por Fernando Wagner. En 1935 obtuvo una beca para estudiar en Cleveland Playhouse, donde durante cuatro años diseñó más de 50 escenarios. En las décadas de 1940 y 1950 trabajó como escenografista en la industria cinematográfica de México, Francia y Estados Unidos. G. Gerzso ganó cinco premios “Ariel” (premios “Óscar” mexicanos) como Mejor Diseño de Producción. En aquéllos años colaboró con directores como Emilio “El Indio” Fernández en “Un día de vida” (1950), Luis Buñuel en “Susana” (1951), “Una mujer sin amor” (1952) y “El río y la muerte” (1955), Yves Allégret en “Les Orgueilleux” (1953) y John Huston en “Under the Volcano” (1984). A finales de la década de 1930, Gerzso comenzó a aficionarse por la pintura. La pasarela constante de bellas actrices y gente interesante en los escenarios fílmicos le dieron gran inspiración.

En 1939 Bernard Pfriem convenció a G. Gerzso a participar en la exhibición anual del Museo de Arte de Cleveland, donde expusó dos cuadros. Paulatinamente Gerzso comenzó a considerarse más un pintor que un diseñador. Desde 1944 radicó permanente en la Ciudad de México, junto con su esposa, y se integró al grupo de destacados artistas surrealistas que vivían refugiados en México en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Ellos eran Benjamin Péret, Leonora Carrington, Remedios Varo, Alice Rahon y Wolfang Paalen. La obra de G. Gerzso muestran su profunda apreciación artística bajo una influenza conjunta de Europa y México.  Sus lienzos al óleo incorporaban aspectos de arte precolombino dentro de un marco surrealista y cubista. Luego el artista fue evolucionando hasta llegar a su famoso arte abstracto.

Sesión de clase (D) (13/11/14)

Sesión de clase (D) (13/11/14)
LA PINTURA MEXICANA DEL SIGLO XX
Nuevo Figurativismo
·       Rufino Tamayo
·       José Luis Cuevas

·       Mathias Goeritz


Mathias Goeritz

Mathias Goeritz

Werner Matthias Goeritz Brunner (Danzig, Prusia Oriental, Imperio Alemán; hoy Gdansk, Voivodato de Pomerania, Polonia; 4 de abril de 1915 - Ciudad de México, México; 4 de agosto de 1990) fue un escultor mexicano de origen alemán que luego de la Segunda Guerra Mundial se estableció en México, dejando uno de los legados artísticos más importantes de la historia cultural del país.
Estudió arte en la Escuela de Artes y Oficios de Berlín-Charlottensburg y se doctoró en filosofía e historia del arte en la Universidad de Berlín. Vivió en Tetuán, Marruecos en 1941 y en Granada en 1945. En 1948 se mudó a Santillana del Mar donde fundó la Escuela de Altamira cuyo lema fue "Todos los hombres, por fin hermanos, se convierten en artistas”. Por recomendación de Alejandro Rangel Hidalgo, el arquitecto Ignacio Díaz Morales lo invitó como maestro a la recién fundada Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, ya que el rector general de dicha Universidad Jorge Matute Remus quiso incorporar a profesionistas europeos, por lo que se trasladó a la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México en 1949. Años más tarde se mudaría a la Ciudad de México, en 1952.
Entre sus obras destaca el Museo El Eco. Este museo albergaba obras importantes como La serpiente, una escultura de Goeritz que actualmente se encuentra en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. El Eco es una de las obras más significativas del artista y obra crucial en la historia del arte moderno mexicano. El edificio fue inaugurado en 1953 a petición del empresario mexicano Daniel Mont y es considera una de las piedras angulares del arte moderno en México. Al año siguiente de la apertura de El Eco se publicó el Manifiesto de Arquitectura Emocional. En el 2005, el edificio de El Eco fue restaurado y hoy funciona nuevamente como museo.
En 1957, en colaboración con el arquitecto Luis Barragán y el pintor Jesús Reyes Ferreira, luego de un viaje con Justino Fernández a San Gimignano, Italia, realizó las Torres de Satélite, inauguradas en marzo de 1958 como emblema de la nueva Ciudad Satélite; paralelo a esta obra realiza las Torres de Temixco en el Estado de Morelos y los vitrales de la Iglesia de San Lorenzo en la Ciudad de México.
En 1959 después de la muerte de su esposa Marianne Gast, Mathias Goeritz comienza la serie de obras bidimensionales conocidas como Mensajes dorados, obra monocromática que incluye a la hoja de oro como material espiritual. Goeritz define esta obra de arte como una oración plástica. Esta serie culmina con la exposición del mismo nombre en la Galería Carstairs de Nueva York en 1962. Los Mensajes dorados fueron los precursores de su colaboración con Luis Barragán en el proyecto del altar de la Capilla de las Capuchinas en la Ciudad de México en 1963. En 1964 realiza la escultura de la estrella de David, las torres y los vitrales de la sinagoga Maguen David, y en 1967 la Celosía del Hotel Camino Real y otra para para unos laboratorios que hoy ocupa la Comisión de Derechos Humanos del D.F., y los vitrales para la nave principal de la Catedral Metropolitana, todas estas obras en la Ciudad de México.
Goeritz promovió la creación de la Ruta de la Amistad, un circuito escultórico urbano, en el Anillo Periférico de la Ciudad de México con motivo de las Juegos Olímpicos de México 1968. Este proyecto incluyó el trabajo de más de una decena de escultores extranjeros que representaron a varios países.
De 1978 a 1980 realizó el centro del Espacio Escultórico en colaboración con los artistas Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Hersúa, Sebastián y Federico Silva, dentro de uno de los terrenos de Ciudad Universitaria, En este periodo realizó también el Laberinto de Jerusalén en Israel. Mientras que en 1988 construyó la torre de la Fundación Miguel Alemán de la Ciudad de México.
El 8 de febrero de 1982 inauguró su escultura Las Torres en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM.
En 1988 construyó la torre de la Fundación Miguel Alemán de la Ciudad de México.

En 1990 se termina su obra Monograma AMT en Jerusalén, después de su fallecimiento el 4 de agosto del mismo año.